martes, 7 de marzo de 2017

El cambio climático y los árboles

Estamos tan ocupados en impagos, violencia, polarización, incapacidad de diálogo, que se nos escapan los temas estructurales. Repetimos como papagayos que “educación es la solución” y al tiempo bajamos los presupuestos dedicados a nuestros institutos y escuelas. Y algo semejante podríamos decir sobre la salud pública, la problemática de la residencia, del agua y del medioambiente. Entre los inconvenientes del medioambiente resalta a nivel estructural lo que llamamos cambio climático. En otras palabras un recalentamiento de la tierra que volverá tanto las sequías como los temporales más duros y extremos. Producirá una subida de los niveles del mar, anegando una parte de nuestras zonas ribereñas y fortalecerá ciertos inconvenientes que ya tenemos como crónicos en El Salvador, como los deslaves, las inundaciones y la desertización de ciertas zonas. El cambio climático viene y no podemos hacer nada para evitarlo. Mas lo que sí podemos hacer es prevenirlo en sus peores consecuencias. Una cosa tan fácil como los árboles se ofrece como camino de prevención inevitable para nosotros.

Evidentemente el cambio climático no es la única fuente de vulnerabilidad salvadoreña. Vivimos en una zona sísmica y volcánica, 2 peligros que asimismo hay que saber manejar y prevenir. La alta densidad de población impone asimismo la preparación de políticas específicas que frenen la agresividad y desarrollen una cultura de paz. Nuestra historia de desigualdad, pobreza y violencia, generadora de una cultura del sálvese quien pueda y de la irresponsabilidad social, ha de ser superada por esa otra historia, asimismo presente en El Salvador, de la solidaridad con los más pobres, enclenques o bien maltratados, la entrega al servicio del resto, la esplendidez y el sacrificio por el bien común. Mas con respecto al cambio climático es imprescindible empezar a dar pasos con seriedad. El día de hoy nos vamos a centrar únicamente en los árboles.

Sí, primeramente cuidar y ampliar los bosques. Proseguimos perdiendo extensiones de bosque en cantidades de miles y miles de manzanas todos los años. Es un camino claro cara la desertización de extensas zonas del país, la erosión de la tierra y el descenso de volumen de las aguas subterráneas. A mayor erosión mayor asimismo va a ser la posibilidad de inundaciones. Nuestros embalses para generar energía eléctrica se van a llenar más velozmente de arena y van a perder capacidad de almacenaje. Los años de sequía vamos a correr el riesgo de tener un arduo problema energético. La tierra desgastada y sin árboles, ya ubicada en ladera, es aspirante clara a deslaves. Y ya sabemos lo que los deslaves producen tras las experiencia en el departamento de San Vicente, o bien en el de San Salvador, tras haber visto la desgracia de las Colinas el dos mil uno o bien de Montebello en mil novecientos ochenta y dos. La pérdida de bosques cafetaleros ha aumentado peligros y inconvenientes. Sostenerlos y resguardarlos no solo es un tema económico de relevancia, sino más bien asimismo climático y ambiental.

Cuidar los bosques, acrecentarlos, invertir en tecnología sostenible, nos garantizará una mayor exuberancia de agua. Los bosques fijan agua y humedad en el subsuelo. Lo opuesto no va a hacer más que sumirnos en una suerte de círculo infernal del que no se sale jamás. De hecho, la tala de árboles desgasta la tierra y complica la fijación del agua en el subsuelo. El agua va a correr más aprisa y en mayor cantidad cara los ríos provocando inundaciones cuando la lluvia sea torrencial. Además de esto las corrientes de agua van a arrastrar más tierra, reduciendo la capa fértil de nuestros campos. Van a aumentar los deslaves y deslizamientos de tierras. Se azolvarán los embalses de agua más de forma rápida y van a tener menos capacidad de almacenaje de agua, menos tiempo para advertir de posibles inundaciones en tierras bajas mientras que bajará la generación de energía en tiempo seco. Todo este conjunto va a aumentar los costos de la producción de energía y causará más pobreza forzando a los más pobres a proseguir usando madera en sus cocinas y pequeñas industrias, talando árboles para lograrla y emplearla en tejeras, hornos, etcétera Al final un círculo de pobreza del que no se puede salir. Y lo que afirmamos de los árboles y bosques podríamos decirlo asimismo del agua de empleo público, poco a poco más escasa en las capas subterráneas y de más bastante difícil acceso. Eso llevaría a adquirir agua embotellada y a acrecentar tanto el costo de la vida como los desechos plásticos, ya excesivos en el país, creando un inconveniente de polución cada vez mayor.

En algún instante hay que recortar el círculo. En El Salvador hay unos promedios de lluvia superior a los de países que tienen agua corriente en prácticamente el 100 por ciento de las residencias a nivel nacional, y además de esto correctamente purificada para poder tomarla sin precisar tomar agua envasada. Los bosques son el paso anterior para la exuberancia de agua y una mejor protección del medioambiente. Aun frente a las posibles oleadas de calor, la presencia de árboles va a ayudar a sostener un medioambiente más aceptable por la humedad que generan. El Papa Francisco afirmaba en su carta sobre el medioambiente, “Laudato si”: “Mientras se estropea continuamente la calidad del agua libre, en ciertos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, transformado en mercadería que se regula por las leyes del mercado. Realmente, el acceso al agua bebible y segura es un derecho humano básico, esencial y universal, pues determina la supervivencia de las personas, y por tanto es condición para el ejercicio del resto Derechos Humanos. Este planeta tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua bebible, por el hecho de que eso es negarles el derecho a la vida establecido en su dignidad inalienable”. Si no cuidamos los árboles, ni vamos a cuidar la madre tierra, cuyo día terminamos de festejar, ni vamos a ofrecer vida digna a las mayorías de este país.

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